(Probablemente sea verdad que la magia existe, que nuestro destino, como me dijo Diego anoche, esté en las estrellas, que las cosas puedan aparecer y desvanecerse, tal vez es cierto para algunas cosas. La verdad no reside en lo absoluto ni en lo infinito, por eso me doy a la duda. La magia ha de parecerse en la inspiración, pero a veces la inspiración es sólo un empujón al infinito de la hoja blanca.
Julia me empujó a escribir para su revista, una que todavía no sale y que tendrá tintes feministas (por eso las alusiones continuas al género). Aquí está el resultado, que no es producto de la magia ni de la inspiración, sino de la fuerza vital: el deseo de escribir.)
Abismal
Los abismos me han atraído
siempre, la simple idea de una entidad que me fuerce a verme a través de sus
ojos me ha impactado y fascinado desde que tengo memoria. Por mucho tiempo creí
que el abismo se presentaría en forma de hombre, de un otro sobrecogedor
que no sólo lograría hacerme sentir completa, sino susceptible: estaría
susceptible a él, no del modo en que los débiles están sometidos a quien se
llama fuerte, sino del modo en que todos somos susceptibles al mundo, en una
suceptibilidad que es apertura, hospitalidad, curiosidad, deseo.
Sin embargo, más tarde que
temprano me enfrenté a la crueldad del espejo: No hay otro, ni otra, no hay
objeto ni ideología que me contenga, que logre reflejarme, en la que pueda
encontrarme. Soy frente al espejo como soy frente a lo que escribo, solitaria y
multiple, mi propio referente. Me defino en mis palabras y no en las de otros.
Soy el abismo que mira dentro de mí.
Dejé de buscarme en las
comparaciones y renuncié a la imposición de definirme mediante lo que no soy,
lo que no tengo. Lo que no soy no es el rasero con el que me mido: no soy
hombre, ni complemento, no soy lo que los demás esperan que sea. Soy mujer
porque soy abismo, porque veo dentro de mí y me sumerjo en mis palabras como si
fuesen espejos, porque me valgo de mí para comprenderme. Y me valgo de mí, de
mis deseos y de los otros para serlo, porque soy una, pero contengo multitudes.