miércoles, 2 de mayo de 2012


(Probablemente sea verdad que la magia existe, que nuestro destino, como me dijo Diego anoche, esté en las estrellas, que las cosas puedan aparecer y desvanecerse, tal vez es cierto para algunas cosas. La verdad no reside en lo absoluto ni en lo infinito, por eso me doy a la duda. La magia ha de parecerse en la inspiración, pero a veces la inspiración es sólo un empujón al infinito de la hoja blanca. 

Julia me empujó a escribir para su revista, una que todavía no sale y que tendrá tintes feministas (por eso las alusiones continuas al género). Aquí está el resultado, que no es producto de la magia ni de la inspiración, sino de la fuerza vital: el deseo de escribir.) 


Abismal

Los abismos me han atraído siempre, la simple idea de una entidad que me fuerce a verme a través de sus ojos me ha impactado y fascinado desde que tengo memoria. Por mucho tiempo creí que el abismo se presentaría en forma de hombre, de un otro sobrecogedor que no sólo lograría hacerme sentir completa, sino susceptible: estaría susceptible a él, no del modo en que los débiles están sometidos a quien se llama fuerte, sino del modo en que todos somos susceptibles al mundo, en una suceptibilidad que es apertura, hospitalidad, curiosidad, deseo.

Sin embargo, más tarde que temprano me enfrenté a la crueldad del espejo: No hay otro, ni otra, no hay objeto ni ideología que me contenga, que logre reflejarme, en la que pueda encontrarme. Soy frente al espejo como soy frente a lo que escribo, solitaria y multiple, mi propio referente. Me defino en mis palabras y no en las de otros. Soy el abismo que mira dentro de mí.

Dejé de buscarme en las comparaciones y renuncié a la imposición de definirme mediante lo que no soy, lo que no tengo. Lo que no soy no es el rasero con el que me mido: no soy hombre, ni complemento, no soy lo que los demás esperan que sea. Soy mujer porque soy abismo, porque veo dentro de mí y me sumerjo en mis palabras como si fuesen espejos, porque me valgo de mí para comprenderme. Y me valgo de mí, de mis deseos y de los otros para serlo, porque soy una, pero contengo multitudes. 

sábado, 19 de noviembre de 2011

Ensueño

Me desperté feliz y puse la almohada encima de la cabeza intentando (sin éxito) continuar el sueño del que acababa de salir: Él estaba ahí y me susurraba al oído que lo mejor de las espaldas largas era que en ellas cabían muchos besos. Lo repetía una y otra vez, y me miraba sonriendo con esa sonrisa lujuriosa que nunca le he visto pero que en el sueño le sentaba tan bien. 
No pasó nada más, nunca me dio los besos y es un hecho que nunca lo hará. No importa. Con la ensoñación me basta, me ha bastado todo este tiempo. 

martes, 20 de septiembre de 2011

Tú encima, yo abajo

Sentirse superior porque le gusta el Jazz y no la carrilera, o porque lee Borges en vez de Chopra, o porque le parece más rico el malbec que el merlot y claro, sentirse superior porque conoce la diferencia. También porque no cree en Dios, o porque cree en Él y al final la fe es un don que si no tenemos, nada más nos muestra cenizas donde hay una rosa; porque está actualizado con la política, la justicia, la reparación y las elecciones; o sea, en últimas, porque tiene fe pero en cosas menos divinas. Mirar a los otros con condescendencia porque prefiere los gatos y ellos los perros, o porque los perros son mejores, o porque tener mascotas es imposible puesto que "un ser vivo no puede poseer a otro"; sobresalir del vulgo porque conoce de música vieja -Colombiana, Inglesa, Rusa, eso es lo de menos; lo de más es saber de cosas que no todos sepan-, porque cede la silla en Transmilenio o porque se hace el dormido demostrando así su perspicacia. Estar por encima del promedio porque, ¡caray! mira mi extenso vocabulario y mi admirable sintaxis, y porque ser humanista es mejor que ser matemático y matemático es mejor que ser humanista: es que ninguna explicación se hace sólo de datos blandos. 

Mirarse al espejo con un poco de ira, supongo que a usted también le pasa, digo... No es que me pase a mí, yo soy superior y nunca me miro la panza como añorando que desapareciera, gusto de lo light, conozco los mejores restaurantes y voy al gimnasio. Habrá quien diga que eso me hace menos, que es mejor ser delgado porque la naturaleza así lo quiere, y gozar de un metabolismo rápido que combinado con el gusto por el deporte permite los excesos sin que hayan consecuencias ni en el cuerpo ni en la sangre. Yo no sé, lo que sí sé (y me hace mejor que ustedes, analfabetas de la ciencia de Hipocrática)  es que hay colesterol malo y colesterol bueno, y que el bueno se eleva consumiendo aceite de oliva y avocado, I mean aguacate... 

Y ahora que hablamos de consumir, eso siempre nos muestra al que queda encima, al que goza más. Siempre son mejores los jeans Levis que los Zingara, aunque los Zingara muestran lo poco que nos importan las marcas y lo profundos que somos. Profundos como quien compra libros que no lee y asiste a marchas que destruyen colegios y universidades para defender la educación. "-Hey, pero son vías de hecho. Ni modo". Decir "Vías de hecho" nos hace muy superiores, criticar a quienes dicen eso, más... Y ni se diga del poder que da criticar a quienes critican a los que dicen "vías de hecho". Eso sí que nos hace de los de arriba, de los que no pasan desapercibidos. 

Al final, usted siempre asume que lo que piensa o dice es una razón para quedar encima, cualquier detalle que lo diferencie es fundamento para estar en la parte de arriba del helado: ser la cereza del pastel lo vale todo. Sus pensamientos, sus juicios, su ropa, su formación, sus ojos, el bus que coge y cómo se comporta en él, si ya se enamoró o no; que los del otro sexo son lo peor, que usted ya maduró lo suficiente como para comprometerse. Hasta lo más pequeño y cotidiano lo hace superior a los demás, pero eso no vale nada: nunca ha valido nada. Usted se sigue mirando al espejo con el mismo hartazgo de siempre, odiándose por no hacer lo que se propone, por estar inmóvil frente a sus deseos.  Al final usted no es superior a nada, porque usted no importa y porque su vida es común y corriente, únicamente importa la gente que puede decirle a los otros lo triste de sus intentos por sentirse más y así sentirse menos, menos idiota por ser uno de ellos. 

domingo, 4 de septiembre de 2011

La procesión va por dentro



Todo es incompletud. Me hace falta una pieza y me niego a decirlo en voz alta, a nombrarla, a mostrarme sin esa pieza faltante. El mundo está acostumbrado a que uno diga que le falta amor, dinero, sexo, algo en lo que creer, todo eso es normal... También decir que se está incompleto lo es, pero mostrarse no, mostrar la incompletud es despertar lástima y ¿saben qué pasa? Que no hay nada más angustiante que despertar lástima.

Soy demasiado cobarde para admitirlo, la complejidad de este asunto me abisma. Mi vida muestra una normalidad peculiar, todo tan cotidiano, tan común. Todo parece estar en completo control, seguro que hasta me envidian, pero las cosas nunca son simples, o a veces sí, pero siempre recuerdo las que no lo son. Por eso está ésto en mi cabeza todo el tiempo, mientras tomo tinto, mientras pago el bus, en el espejo; siempre frente al espejo. Lo vivo con naturalidad, lo acepto como quien acepta una muerte, pero me resulta imposible escribirlo. Escribirlo es admitirlo, mostrarlo.
No sé ni me importa si es un mal común, no me haría sentir mejor compartir esta sensación con alguien, no me hace mejor escribirlo. A lo mejor todos estamos así, sin un pedazo y llenos de angustia de mostrarlo ¿Cómo saberlo?. La procesión va por dentro... El ruido, el miedo, la inseguridad: todo está adentro.

sábado, 20 de agosto de 2011

Estoy mordiendo un lápiz.


Estoy mordiendo un lápiz. Morder lápices es la mejor manera que se me ocurre ahora para canalizar el odio, la angustia, el miedo, incluso la tristeza - que es la base de todo lo anterior -. Me siento triste porque me ilusiono rápido, tengo ganas de ser un avestruz para esconder la cabeza y pasar desapercibida, ser invisible; no invisible como ya lo soy, sino verdaderamente invisible, poder llorar sin que nadie pregunte por qué o morder personas en vez de lápices sin que los otros me miren como se mira a las mujeres que muerden a los hombres sin otra pretensión más que sólo morderlos.

En inglés, cuando uno dice “Bite me” está mandando al otro al carajo, pero en español decir “muérdeme” es invitar a un juego de complicidad: Yo me la paso diciéndole “Bite me” a la vida, al amor, a todo. El lío es que mi lengua materna siempre prevalece y cuando digo “jódete y déjame sola” en inglés, lo que subyace es un murmullo de paz, un bonito imperativo. Muérdeme.

Me pregunto qué responderá la vida ante mi imperativo.                                                                                      (Y cuando digo “la vida”, me refiero a ti.)

domingo, 19 de junio de 2011

Extremos

Saltarse todo. Pasarse la vida encerrado, en silencio. No amar, no hablarte. Vivir una vida que no sea vida, no ir al mar, no mojarse, no verte, no soñar. Nunca tener sexo desenfrenado en el baño de un avión, nunca montarse en un avión. Saltarse todo, ir de la cuna a la tumba, sin emociones. No es tan grave. No contemplar las expectativas como posibilidades, no decepcionarse, no añorar, no desear. Nunca desear. No usar palabras malas, tampoco sucias. Evitar las conversaciones sucias. No tentar a otros. No enamorarse de un profesor, aprender mucho y nunca compartir lo que sabes. Jamás decepcionarte de tus amigos, porque no tienes unos. Odiar la poesía, temerle a las palabras. No ser nada. No estar triste, ni feliz. Saltarse los malos pasos, también los buenos. 

vivir en los tonos grises

Sentirlo todo. Arriesgar todo por alguien, cantar aunque no estés en la ducha, besar a desconocidos. Verte, soñarte y mojarme. Amarte, vivirte . Ir al mar, vivir en el mar. Tener sexo desenfrenado en un avión, viajar con las millas acumuladas. Llorar mucho, reír mucho. Es grave. Irse a la cama pensando en las múltiples posibilidades, en las conversaciones. Vivir en la expectativa. Desearte siempre. Decir necedades, hacerlas contigo. Evitar las conversaciones sucias que no terminen en folladas sucias. Tentar siempre, incluso cuando no se caiga en la tentación. Enamorarte de un profesor que te enseñe mucho y luego enseñarlo. Tener un amigo que nunca te decepcione. Leer poesía. Amar las palabras de manera tal que las ames en todos los idiomas. Salir a la calle a mirar a la gente, verla y sonreirle. Tenerle miedo a los ladrones pero no cambiarse de acera. No comprar ropa cara. Llorar sin instrucciones. No presumir de lo que estás haciendo ni de lo que estas siendo. Nunca ser el mismo, cambiar. Sentir mariposas en el estómago cuando ves a alguien que quisiste  y, saber que todavía lo quieres. Tomar vino, café, chocolate. Comer bien. Pelear. Hablar solo. No trabajar por dinero, amar lo que se hace. Vestirse de amarillo. Ser guapo sin serlo. Pasarse la lengua por los labios, miradas furtivas. Filosofar, mentir, filosofar de nuevo. Interpretar, encontrarle sentido a las cosas: Estar vacío y pretender llenarse. 



domingo, 5 de junio de 2011

W A R N I N G

Advertencia: Si estás leyendo esto, entonces esta advertencia es para ti. Cada palabra que leas de esta inservible y fina impresión es otro segundo perdido de tu vida. ¿No tienes otras cosas que hacer? ¿Tu vida es tan vacía que, de verdad, no puedes pensar en una mejor manera de gastar estos momentos? ¿O acaso estás tan impresionado con la autoridad que respetas y crees todo lo que afirma? ¿Lees todo lo que se supone que debes leer? ¿Piensas todo lo que debes pensar? ¿Compras todo lo que se te dice que debes querer? Sal de tu apartamento. Conoce a alguien del sexo opuesto. Para la masturbación y el consumo excesivo. Renuncia a tu trabajo. Empieza una pelea. Prueba que estás vivo. Si no reivindicas tu condición humana seras una estadística más. Ya estás advertido.