martes, 20 de septiembre de 2011

Tú encima, yo abajo

Sentirse superior porque le gusta el Jazz y no la carrilera, o porque lee Borges en vez de Chopra, o porque le parece más rico el malbec que el merlot y claro, sentirse superior porque conoce la diferencia. También porque no cree en Dios, o porque cree en Él y al final la fe es un don que si no tenemos, nada más nos muestra cenizas donde hay una rosa; porque está actualizado con la política, la justicia, la reparación y las elecciones; o sea, en últimas, porque tiene fe pero en cosas menos divinas. Mirar a los otros con condescendencia porque prefiere los gatos y ellos los perros, o porque los perros son mejores, o porque tener mascotas es imposible puesto que "un ser vivo no puede poseer a otro"; sobresalir del vulgo porque conoce de música vieja -Colombiana, Inglesa, Rusa, eso es lo de menos; lo de más es saber de cosas que no todos sepan-, porque cede la silla en Transmilenio o porque se hace el dormido demostrando así su perspicacia. Estar por encima del promedio porque, ¡caray! mira mi extenso vocabulario y mi admirable sintaxis, y porque ser humanista es mejor que ser matemático y matemático es mejor que ser humanista: es que ninguna explicación se hace sólo de datos blandos. 

Mirarse al espejo con un poco de ira, supongo que a usted también le pasa, digo... No es que me pase a mí, yo soy superior y nunca me miro la panza como añorando que desapareciera, gusto de lo light, conozco los mejores restaurantes y voy al gimnasio. Habrá quien diga que eso me hace menos, que es mejor ser delgado porque la naturaleza así lo quiere, y gozar de un metabolismo rápido que combinado con el gusto por el deporte permite los excesos sin que hayan consecuencias ni en el cuerpo ni en la sangre. Yo no sé, lo que sí sé (y me hace mejor que ustedes, analfabetas de la ciencia de Hipocrática)  es que hay colesterol malo y colesterol bueno, y que el bueno se eleva consumiendo aceite de oliva y avocado, I mean aguacate... 

Y ahora que hablamos de consumir, eso siempre nos muestra al que queda encima, al que goza más. Siempre son mejores los jeans Levis que los Zingara, aunque los Zingara muestran lo poco que nos importan las marcas y lo profundos que somos. Profundos como quien compra libros que no lee y asiste a marchas que destruyen colegios y universidades para defender la educación. "-Hey, pero son vías de hecho. Ni modo". Decir "Vías de hecho" nos hace muy superiores, criticar a quienes dicen eso, más... Y ni se diga del poder que da criticar a quienes critican a los que dicen "vías de hecho". Eso sí que nos hace de los de arriba, de los que no pasan desapercibidos. 

Al final, usted siempre asume que lo que piensa o dice es una razón para quedar encima, cualquier detalle que lo diferencie es fundamento para estar en la parte de arriba del helado: ser la cereza del pastel lo vale todo. Sus pensamientos, sus juicios, su ropa, su formación, sus ojos, el bus que coge y cómo se comporta en él, si ya se enamoró o no; que los del otro sexo son lo peor, que usted ya maduró lo suficiente como para comprometerse. Hasta lo más pequeño y cotidiano lo hace superior a los demás, pero eso no vale nada: nunca ha valido nada. Usted se sigue mirando al espejo con el mismo hartazgo de siempre, odiándose por no hacer lo que se propone, por estar inmóvil frente a sus deseos.  Al final usted no es superior a nada, porque usted no importa y porque su vida es común y corriente, únicamente importa la gente que puede decirle a los otros lo triste de sus intentos por sentirse más y así sentirse menos, menos idiota por ser uno de ellos. 

domingo, 4 de septiembre de 2011

La procesión va por dentro



Todo es incompletud. Me hace falta una pieza y me niego a decirlo en voz alta, a nombrarla, a mostrarme sin esa pieza faltante. El mundo está acostumbrado a que uno diga que le falta amor, dinero, sexo, algo en lo que creer, todo eso es normal... También decir que se está incompleto lo es, pero mostrarse no, mostrar la incompletud es despertar lástima y ¿saben qué pasa? Que no hay nada más angustiante que despertar lástima.

Soy demasiado cobarde para admitirlo, la complejidad de este asunto me abisma. Mi vida muestra una normalidad peculiar, todo tan cotidiano, tan común. Todo parece estar en completo control, seguro que hasta me envidian, pero las cosas nunca son simples, o a veces sí, pero siempre recuerdo las que no lo son. Por eso está ésto en mi cabeza todo el tiempo, mientras tomo tinto, mientras pago el bus, en el espejo; siempre frente al espejo. Lo vivo con naturalidad, lo acepto como quien acepta una muerte, pero me resulta imposible escribirlo. Escribirlo es admitirlo, mostrarlo.
No sé ni me importa si es un mal común, no me haría sentir mejor compartir esta sensación con alguien, no me hace mejor escribirlo. A lo mejor todos estamos así, sin un pedazo y llenos de angustia de mostrarlo ¿Cómo saberlo?. La procesión va por dentro... El ruido, el miedo, la inseguridad: todo está adentro.