sábado, 19 de noviembre de 2011

Ensueño

Me desperté feliz y puse la almohada encima de la cabeza intentando (sin éxito) continuar el sueño del que acababa de salir: Él estaba ahí y me susurraba al oído que lo mejor de las espaldas largas era que en ellas cabían muchos besos. Lo repetía una y otra vez, y me miraba sonriendo con esa sonrisa lujuriosa que nunca le he visto pero que en el sueño le sentaba tan bien. 
No pasó nada más, nunca me dio los besos y es un hecho que nunca lo hará. No importa. Con la ensoñación me basta, me ha bastado todo este tiempo.