martes, 19 de abril de 2011

Sistema internacional de unidades

Hay cosas que no se pueden traducir. Un poema, por ejemplo, es una de esas cosas que están tan cargadas de sentido y secreto que se vuelven borrosas cuando se trata de reconstruirlas para que otro las pueda interpretar: Traducir es eso, reconstruir. Otro buen ejemplo de cosas que no se pueden traducir es la distancia. O bueno, quizás sí... 

Hay distancias tan intraducibles como incomprensibles. Irónicamente la distancia se vuelve tiempo, por eso la pregunta de rigor es ¿cuánto tardaremos en llegar allí? y no "cuántos metros, leguas o estadios nos faltan", pero que uno exprese distancias en términos de tiempo no quiere decir que esa sea la forma a la que quiero aludir. Lo intraducible de la distancia está en las sensaciones. Hay quienes consiguen, con la cercanía como única herramienta, que las manos  empiecen a sudar, que la voz nos tiemble y que la sangre fluya con tal velocidad que nuestras mejillas (y no únicamente nuestras mejillas) se tornen profunda y calurosamente rojas. La persona que quieres, la persona que extrañas, el abrazo, el beso: la cercanía y la taquicardia están directamente relacionadas. Intraducible es también la sensación de vacío que hay cuando, a fuerza, se meten entre dos cuerpos kilómetros de carretera o millas de viaje tipo delta airlines...

Uno está lo suficientemente jodido con su vida, con lo que tiene cerca, como para sumarle la necesidad de reconstruir distancias, ¿no? Yo no creo que ni usted, ni nadie esté en condiciones de darse el lujo de amar o traducir distancias diferentes a esas que causan mariposas, pterodáctilos o qué se yo en el estómago, que sólo dejan de aletear con besos y miradas de complicidad. Ninguno quiere traducir distancias intrusas que parten relaciones y por el mismo camino, corazones.  Uno puede reconstruirlas, esas distancias, reconstruirlas en juegos, en palabras (vaya que puede reconstruirlas en palabras...) en fantasías ¿Pero sabe cuál es el problema? Que en el afán por reconstruirlas, uno termina destruyéndolas y se da cuenta de que tanto esfuerzo es en vano y que siempre hay alguien cerca que puede ahorrarle el trabajo de traducir toda esa añoranza dándole un par de besos. Por eso las relaciones mediadas por el sistema internacional de unidades no dan fruto, porque somos perezosos y nos gustan los besos, los besos reales. Cedemos ante la realidad, la realidad nos tiene jodidos. 


Jodido o no, cuando uno se mete en cosas trascendentales, hace falta tocar fondo para salirse de ellas, de otra manera las cosas están siempre en el aire, esperando sigilosamente el momento de rayarnos la cabeza, Y nada hay más trascendental que un deseo, no un capricho, sino el deseo. Por eso la gente insiste en mantener relaciones a distancia, para buscar el fondo, porque la espera es eso... profundidad. 

1 comentario:

  1. Por eso yo me le hago el pendejo a la distancia y a la realidad, y mejor me leo un libro... o me tomo un trago. Allí al menos el objeto de los devaneos permanece dentro de uno...

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