domingo, 28 de noviembre de 2010

About beauty

You know what? Fuck beauty contests. Life is one fucking beauty contest after another. School, then college, then work... Fuck that!
Dwayne. 
Litte Miss Sunshine.

martes, 23 de noviembre de 2010

 Pensé que eras la válvula de escape, pero resultaste ser el sistema de presión. 

lunes, 22 de noviembre de 2010

Otros cinco poemas para Cris

IV


Creo que no te quiero,
que solamente quiero la imposibilidad
tan obvia de quererte
como la mano izquierda
enamorada de ese guante
que vive en la derecha. 


                                    Julio Cortázar 

[No tan] Dulces sueños



El sueño a continuación no representa las opiniones de la autora, o eso quiero creer. 

Estaba en un salón conocido, en mi universidad. Estaba sentada en una rueda de 4 o 5 personas, sé que no eran personas conocidas por las sensaciones que recuerdo, estábamos hablando cuando, sin esperarlo, sonó cómo algo caía. Yo giré hacia el tablero, porque, como es costumbre, estaba de lado a la ventana mirando hacia la pared. Al girar lo que ví fue una máquina dispensadora de dulces. Aquí ya se pierde toda la coherencia, ¿Qué hace una máquina dispensadora en un salón de clase?... Sin embargo para mí, dentro del sueño, no fue extraño. 

Me levanté, vi que el sonido había venido de allí, alguien había pedido algo y ese algo, que eran unos Halls, habían caído y estaban listos para ser recogidos. Miré a todas partes: ahí estaba él. En mi Universidad, en un salón que era conocido para mi y en el que no esperaba encontrarlo. Me senté de nuevo, tengo la impresión de que ni siquiera me vio. Recuerdo cómo sentada pensaba en la mala suerte que tenía por encontrarlo en un lugar mío, al que él no pertenecía. Sentí nostalgia, quise salir del salón pero si me levantaba corría el riesgo de ser vista, así que me quedé, dándole la espalda. 

La memoria queda en blanco, no sé qué pasó en el intermedio pero lo siguiente que viene a mi cabeza cuando trato de recordar es vernos en el suelo, hablando. Nos mirábamos a los ojos y hablábamos. Yo estaba extrañada, pero lo disfrutaba. La inesperada situación me encantaba, con todo y sus rarezas, incoherencias, imposibilidades. 


De mal humor por haber soñado con algo que no debería y peor aún, por desear que el sueño se volviera realidad: Desperté. 
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Más que ver las extrañezas que tienen lugar en mi cabeza, lo que más me gusta es poder recordar cómo me sentía en el sueño, si estaba feliz, pensativa, si las cosas se me hacían raras... Los escenarios me intrigan, pero que las sensaciones del sueño traspasen las barreras de lo onírico me maravilla. 

viernes, 19 de noviembre de 2010

El sendero, ¿A dónde va?


Beirut, para escuchar mientras lee:  

Caminaba, yo. Sin senda ni destino. Iba por entre los puentes, los edificios, la mierda, los enamorados, los indigentes. 

Iba sola. Miraba hacia el suelo y de vez en cuando hacia el cielo, para ver los semáforos cambiar y dejarme cruzar otra calle sin nombre

No buscaba nada, ni a nadie. Caminaba, por una ciudad fría. Yo caminando por una ciudad tan fría, ¡Yo, con esta alma de viajera!

¡Ah, sí! Viajaba. Viajaba por tus comisuras. ¡Ah, no! Soñaba. Soñaba con tus comisuras cuando otro aguacero vistió de paraguas y sombrillas esa ciudad toda gris por la que, entre sueños, me movía. Y estaba sola. Lejos de Monserrate y lejos de ti. En Bogotá con aguacero y sin ti.

Sin ti [sujeto tácito] sin ti. 

De repente me encontré un camino o ¿me desvié?. Claro, ya no caminaba hacia ti. Ya ni te hablo de tu. 

tú, ni ti. Camino, sí. 

Todavía voy llevando una suerte de nostalgia y camino lento, con un andar distraído voy alejándome de ti. Tú, ta-ci-tur-no. 

El sendero, ¿A dónde va? 

lunes, 8 de noviembre de 2010

Morfina




Lo que hace la muerte es robarnos las posibilidades, lo he meditado. El dolor que causa una muerte es directamente proporcional al tiempo que esperábamos pasar con ese otro que muere, a los deseos que poníamos en el tiempo y que ya no están más allí. Como el sueño la muerte detiene las nociones, para quien llora la partida y para quien parte. La muerte es abismo y vacío.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Oh, the possibility!




La verdad es que ya todo estaba dicho, se habían despedido hacía un poco más de un mes. Llevaban una relación sencilla, un poco clandestina y extraña para los terceros.

Podían pasar horas en la cama y no sólo entregándose el uno al otro con la misma emoción con la que lo hicieron la primera vez; pasaban el tiempo el uno junto al otro sin hablar, leyendo o viendo alguna de esas películas que la hacían tan feliz y cuyo título él siempre pronunciaba mal. Tenían discusiones como cualquier pareja, se enfrentaban por la pasividad de él y la impulsividad de ella, creyeron que se adaptarían. 

Terminaron lo que nunca empezaron con certeza porque el amor se parece a la comida y es poco apetitoso cuando se sirve frío.  Se fueron dejando poco a poco, el silencio ya no era agradable y las conversaciones habían perdido ese toque de sorpresa que los había hecho, digamos, enamorarse. 

El adiós fue sencillo, nadie lo dijo. Eran buenos con los eufemismos y aun mejores interpretando sus lenguajes corporales. 

Todavía tenían algunos amigos en común. Era el fin de semana esperado por todos. Las identidades podían cambiarse y las máscaras podían quedarse o quitarse sin que nadie se sintiera juzgado u ofendido. Coincidieron en la misma fiesta. 

Se saludaron cordialmente, "está superado" pensaron quienes los acompañaban. Él entró solo, ella también. La noche cayó y la música subió, se reencontraron en uno de esos pasadizos de bar en los que siempre hay alguien besuqueándose. Hicieron lo propio. 

Él la detuvo, la miró y siguió su paso. Ella sonrió, no por el beso, sino por la puerta que ese caluroso encuentro abrió: La posibilidad. 

Siguió bailando, lo miraba de reojo de cuando en vez. Bailaba con otros pero sabía que al final de la noche se iría con él, ¡oh la posibilidad...! No fumaba pero decidió tomar un poco de aire, salió y lo vio con alguna bonita pero desconocida chica. Él fumaba y giró para soltar el humo, ella los miraba fijamente y sin discreción. No tuvo otro remedio; "- Te presento a Clara, ella es... mi novia" Dijo con un volumen cada vez más bajo.

La noche siguió igual. Ella no lloró, no hubo reproches ni reclamos, tampoco sexo de revancha. Bailó un poco más y tomó un taxi. Sólo cuando, como una maldita cachetada del destino, sonó una de esas canciones que a él le gustaban entendió que ninguna vida angustia más que esa que lleva a cuestas una posibilidad perdida y ninguna pérdida duele más que la de una posibilidad.