domingo, 24 de octubre de 2010



Se despierta radiante. Baja con un caminar entre dormido y cadencioso las escaleras de su casa que, si bien no es la más grande, es el lugar donde convergen la cotidianidad y la tranquilidad. Va a la cocina, enciende el fuego y prepara café.Sus manos frotan sus ojos y un bostezo libera la somnolencia.

Sirve el café, sube de nuevo a su habitación y con un cálido beso dice buenos días al hombre que estaba a su lado en la cama. -¡Buenos días, amor!, dice él, casi susurrando.

Ella regresa bajo el edredón, él se mueve un poco para ver el reloj, "se hace tarde" dice, mientras se levanta. Entra al baño mientras ella pone su ropa sobre la cama y se escabulle para acompañarlo en la silenciosa y blanca ducha.

Desayunan juntos, no es aire de rutina lo que se respira en el comedor. Aún son jóvenes.

Él ya está vestido, a ella sólo la envuelve una toalla. Lo apura un poco y le entrega una fruta para la media mañana. Se besan tiernamente, tiernamente pero no sin pasión. Cualquiera pensaría que son una familia... Sonríen y él se va.

Va otra vez al cuarto; Seca su cabello y se viste. Estaba buscando su pestañina cuando la puerta sonó. "¿Qué olvidaría esta vez?" se preguntó mientras bajaba la escalera. No fue él quien llegó.

- ¡Adelantaron mi vuelo!

Ana sabía que su esposo la amaba, así que sonrió, con una sonrisa extraña. En sus labios había tanta culpa como disgusto.

- ¿Me extrañaste? Preguntó ansioso, mientras abría su maleta, llena de regalos y souvenirs para Ana.

Ana respondió: Extraño al hombre de mi vida aunque se haya ido sólo 10 minutos.

La respuesta fue complaciente, pero no tanto como las noches que Ana había pasado en su ausencia.

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