domingo, 4 de septiembre de 2011

La procesión va por dentro



Todo es incompletud. Me hace falta una pieza y me niego a decirlo en voz alta, a nombrarla, a mostrarme sin esa pieza faltante. El mundo está acostumbrado a que uno diga que le falta amor, dinero, sexo, algo en lo que creer, todo eso es normal... También decir que se está incompleto lo es, pero mostrarse no, mostrar la incompletud es despertar lástima y ¿saben qué pasa? Que no hay nada más angustiante que despertar lástima.

Soy demasiado cobarde para admitirlo, la complejidad de este asunto me abisma. Mi vida muestra una normalidad peculiar, todo tan cotidiano, tan común. Todo parece estar en completo control, seguro que hasta me envidian, pero las cosas nunca son simples, o a veces sí, pero siempre recuerdo las que no lo son. Por eso está ésto en mi cabeza todo el tiempo, mientras tomo tinto, mientras pago el bus, en el espejo; siempre frente al espejo. Lo vivo con naturalidad, lo acepto como quien acepta una muerte, pero me resulta imposible escribirlo. Escribirlo es admitirlo, mostrarlo.
No sé ni me importa si es un mal común, no me haría sentir mejor compartir esta sensación con alguien, no me hace mejor escribirlo. A lo mejor todos estamos así, sin un pedazo y llenos de angustia de mostrarlo ¿Cómo saberlo?. La procesión va por dentro... El ruido, el miedo, la inseguridad: todo está adentro.

1 comentario:

  1. Y entonces das media vuelta y caminas en sentido contrario y aunque sea un poco, lo cotidiano ya no es tanto :)

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